Existen muchas opiniones acerca de que tan apropiada es esta, o incluso respecto a si de verdad existe una política industrial o si es solo bla bla. Articulistas de la talla de Spurrier, Prado y otros le han dedicado muchos análisis.
Entre los análisis existen algunos que terminan por ser activistas. Es obvio que una política industrial requiere la priorización de determinados sectores o actividades en desmedro de otr@s (en el fondo, toda política tiene algo de eso). Están los que siendo priorizados por el gobierno se vuelven más activos proclamando y apoyando la visión industrial del proyecto, así como están los que no siendo priorizados, deben decidir de que forma interactuar con el gobierno a fin de no quedar relegados a la reconversión industrial.
Ayer leí un artículo de Manuel Chiriboga que inicialmente, me dio la impresión de que venía cargado de una crítica a la política industrial, propia de quién no se siente representado en ella. En el fondo, estoy seguro de que no todos sus clientes y no toda su actividad está representada en la política industrial de Correa. Sin embargo, luego de releerlo, es claro que Chiriboga se abstiene de realizar una crítica frontal y más bien se centra en plantear algunas cuestiones que deberían ser "revisadas" o "consideradas" en su criterio.
Me queda claro que esa es un estrategia posible para quienes no se ven representados en la política industrial. Pero creo que hay otras. ¿Cómo deben optar por negociar su futuro los supuestos perdedores de la política industrial?
La estrategia que parece graficar el artículo de Chiriboga es una alternativa no conflictiva. No se ubica tampoco en el extremo que pudiera representar quién considerándose perdedor, por ejemplo, decidieran allanarse a la política industrial tal como está y decidir reconvertir sus actividades productivas actuales por unas que se alineen perfectamente con las expectativas del régimen. Esa sería la alternativa absolutamente cooperativa.
Tampoco se ubica en el extremo absoluto del conflicto, que pudiera verse representado en quienes desde el sector industrial pudieran negarse a aceptar un cambio en la "matriz productiva", boicoteando y buscando la forma de paralizar una eventual reconversión.
La decisión de los sectores productivos que expectan definiciones sobre política industrial debe ubicarse en un punto que en mi criterio, debe considerar al menos:
- El plazo que le puede tomar al gobierno realizar su proyecto de cambio de matriz productiva.
- Los contingentes que puede encontrar el gobierno en ese proceso, ajenos a los contingentes sobre los que el mismo sector privado tiene incidencia (presión al presupuesto del estado, inversiones necesarias, etc.)
- Los contingentes del proceso de cambio de matriz productiva en los que el sector privado efectivamente tiene incidencia (movilización laboral, incidencia política (?), inversión privada).
- Los costos respectivos de por ejemplo, i)reconvertir una (su) operación industrial, ii)asociarse a la cadena productiva de alguno de los nuevos sectores priorizados, iii) mantener un estatus quo.
- La percepción respecto a que tan objetivamente bien pensada está la propuesta de política industrial del gobierno.
El problema de buscar el estatus quo para el sector privado es que su costo es prácticamente indeterminable. En un contexto en que el poder político está indiscutiblemente concentrado, la sola percepción por parte del aparato gubernamental de que el estatus quo tiene un trasfondo estratégico por parte del sector privado, se constituye en un fuerte incentivo para que el gobierno establezca incentivos bajo forma de penalidades. Se me viene a la mente una política salarial pensada para sectores priorizados, pero que termina por penalizar a los sectores no priorizados. Algo de esto ya ha pasado.
La estrategia de la banca ecuatoriana durante los últimos años parece haber sido la de promover el estatus quo en su relación con el sector público. Su mensaje ha sido: estamos bien como estamos. Y en la práctica, la hipótesis que planteo arriba se ha verificado. Es probable que lo mismo pueda suceder con los sectores que, no siendo priorizados en la política industrial, opten por seguir una estrategia como la que asumió la banca.