Tuve la suerte de viajar con una vieja amiga a Latacunga el otro día (y si, esto es publicidad para ese aeropuerto de Quito).
En el camino, me comentó enfáticamente su dulce experiencia en el sector público, muchos años atrás. Casi me dijo que los éxitos en su carrera se multiplicaron luego de pasar por el sector público. Estaba tratando de motivarme a aceptar desafíos de esa naturaleza que por aquí o por allá me han sido planteados. Y lo dijo y me consta, sus éxitos no se multiplicaron porque contó con más recursos financieros, obtenidos de alguna forma extraña durante su paso por la gestión pública, como es la costumbre de no pocos, sino porque hizo muchos contactos y muchas personas quedaron agradecidas por su gestión. Por la forma en que fueron atendidos, más allá de los resultados efectivos de cada reunión. Cualquiera que la conozca coincidirá y algunos de mis lectores frecuentes quizá se estén imaginando de quién se trata.
Lo relacioné rápidamente con la diferencia que proponen los mejores asesores en negociación entre el valor objetivo y el valor subjetivo que deben diferenciarse para planificar y analizar cualquier negociación.
Y bueno, la política y la gestión pública consisten sobre todo en negociaciones; pedidos de grupos o comunidades, de ciudadanos individuales, de empresas, de colegas de otras instituciones, requerimientos de otros gobiernos, normativa dispuesta por terceras instancias cuyos plazos y condiciones de aplicación requieren negociación, en fin. Todos esos frentes consisten a la vez en elementos materiales (o al menos cuantificables) -que denominamos valor objetivo- y la interacción y el diálogo que permiten sacarle el máximo provecho a la relación -denominados valor subjetivo. Todas las negociaciones que tuvo a su cargo esta persona durante su paso por la gestión pública se deben haber beneficiado particularmente de su capacidad para crear mucho valor subjetivo. Eso no lo dudo.
Estoy seguro, cuando la imagino en su paso por el Ministerio que tuvo a cargo, fortaleciendo sus relaciones con el cariño y la empatía que la caracterizan en sus interacciones. Qué logró, que concretó, que beneficio para uno y que perjuicio para otro, dan lugar a un balance sobre el que pueden haber muchas opiniones. Ahora, si sabemos que muchos experimentos en negociaciones de MIT han demostrado que no existe correlación entre valor objetivo y valor subjetivo en una negociación, me atrevo a asumir que esta persona se caracterizó en su gestión por generar mucho valor subjetivo.
Por eso no me cabe duda que ella, cuando me dice que lo más beneficioso del paso por el sector público es la gratitud de las personas y la predisposición a atenderla ahora a ella como ella las atendió cuando tuvo el poder, es un claro ejemplo de valor subjetivo y además, un tema que amerita reflexión sobre la utilidad en el tiempo de uno y otro tipo de valor.