La respuesta negativa de V. Putin a Obama la tarde de ayer, respecto a la propuesta de que Rusia acepte disminuir junto a Estados Unidos su arsenal nuclear en 1/3 de su capacidad, era previsible.
Obama ofrece un acuerdo que en términos absolutos y analizado aisladamente suena razonable. Yo disminuyo, tu disminuyes. Hagámoslo en partes iguales. Todos ganamos, incluso los demás países.
El problema es que Putin sabe varias cosas que no entran en el análisis aislado del tema nuclear y que cometería un grave error en caso de dejar fuera de su ecuación. Estados Unidos se ha caracterizado en el período Obama por aumentar el secretismo de sus operaciones de seguridad (ver Confront and Conceal o el reciente escándalo del NSA) y disparar su inversión en operaciones de ataque preventivo no tradicional -vía drones secretos- y digital, inclusive habiendo cultivado exitosas experiencias de desactivación de instalaciones nucleares en Irán.
Por eso para los observadores menos enterados de las relaciones internacionales Putin parece estar jugando el rol del malo al negarse a aceptar esa propuesta estadounidense. En el fondo, y esta es la información que aporta matices, lo que hace Putin es no aceptar una disminución en un arsenal cuyo poder disuasivo sigue siendo estratégico, porque sabe que aunque Estados Unidos aceptara disminuir su arsenal nuclear lo haría a prorrata de los logros que ya tiene alcanzados en programas o apoyos de disuasión sustitutos.
Este análisis no profundiza obviamente en el carácter estrictamente geopolítico de la negociación, y que aunque parezca mentira sigue comprendiendo intereses en las mismas regiones de la guerra fría.
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