Sabemos gracias a la psicología social que el viejo dicho "una cosa lleva a otra cosa" funciona a la perfección. Cuando el vendedor luego de presentarse pone el pie en tu puerta ha duplicado automáticamente sus posibilidades de vender su producto; cuando aceptas una propuesta de alguién, es estadísticamente más probable que aceptes su siguiente propuesta, todas las demás cosas siendo iguales. O como lo probaron Joules y Beauvois en Francia desde hace medio siglo, el principio para dejar de fumar es que, un poco obligado y un poco a propósito, empieces por abstenerte en pequeñas cantidades, pues esas te llevarán a lograr un gran resultado (ya los asiáticos y AA utilizaban el método antes, sin cuantificación estadística). Para los economistas se llama teoría del compromiso, para los psicólogos son solo sesgos del pensamiento lógico (sesgos heurísticos para ser exacto).
Y los expertos en estas mañas están ayudando últimamente a cualquier vecino tuyo a ganarse la mente de su potencial cliente, incluso sin que éste lo sepa. Lograr un click o un like suele ser más sencillo que vender un producto, y es a la vez el primer paso para hacerlo. Pero hay sorpresas escondidas.
Recientemente algunas grandes empresas han empezado a desplegar entre sus políticas de uso pequeñas declaraciones de aceptación por parte del cliente, atándolas al momento en que ellos hacen un "like" en su muro de Facebook. Como un primer compromiso, como una interacción positiva, las empresas apuntan a que luego los likeros no puedan presentar reclamos en contra de ellas.
jueves, 15 de mayo de 2014
lunes, 5 de mayo de 2014
No, no tengo encuestas -REPOST
Me había olvidado de subir acá en mi propio blog lo que escribí para GkillCity hace unos meses.
Ojalá les interese: No, no tengo encuestas
Seguro en todos los rincones del país se conversa en estos días sobre si gana este o el candidato de allá. En el fondo, creo, el debate político sobre quién va a ganar una elección o quién es nuestro candidato preferido, es una cuestión que toca las fibras más íntimas del ser humano -imagino alguna sonrisa desconfiada por ahí, pero no bromeo. Tanta teoría y ciencia social han terminado por opacar nuestros instintos políticos, escondiendo en algún lado aquel sentimiento de supervivencia que, sin duda, se asocia con estar del lado de quien ha ganado la elección y puede influir en nuestra calidad de vida. Me podrán decir que en elecciones muy amplias y candidatos lejanos a los votantes, estos últimos suelen guiarse por la simpatía y la propaganda de medios masivos, más que por alguna comparación de beneficios potenciales para su vida. Puede ser, pero eso no desdice del argumento sino solo en el grado. Basta pensarlo un poquito y asumir que, algún tiempo atrás, en algún lugar, estar del lado ganador podía ser una cuestión de vida o muerte.
Ojalá les interese: No, no tengo encuestas
¿Qué tan fiables son, en realidad, los sondeos electorales?
Imagen tomada de la fuente. |
Me he prometido siempre decir que no tengo encuestas. Lo hago porque, aunque a veces las tengo, estoy convencido de que si de mí -que soy director de una empresa de servicios de información e inteligencia política- esperan información imparcial, para poco o nada sirve responder basándome en encuestas. Claro, si estuviera en campaña la respuesta tendría que ser distinta. Pero, ¿significaría esto que todo aquel que accede, revisa y comenta encuestas está de alguna forma haciendo campaña? Aunque pocos lo sepan, es probable que sí.
Ese es el mercado en el que, si no me equivoco, compiten aún hoy en día los encuestadores: producir cifras que, con más o menos exactitud, conduzcan el debate y las decisiones de la sociedad sobre quién va a tener en sus manos el destino de sus propios asuntos públicos. A la postre, está probado con creces que una cifra, sin que haga falta repetirla como se repiten las encuestas, sirve para anclar las percepciones de su audiencia, cualquiera que esta sea. Y eso significa que las encuestas promocionan candidatos, a propósito o no. Olviden el tan cliché “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. Tan potente es el efecto que puede producir una cifra en las percepciones, que según el premio Nobel de economía Daniel Kahneman para evitar ser presa de este jueguito -llamado sesgo heurístico si nos ponemos exquisitos-, debería uno mover la cabeza en señal de negativa mientras le están presentando las cifras e incluso, retirarse de donde está con grandilocuente desacuerdo. Aún así, según dicen los expertos, es muy probable que la cifra ya haya logrado su cometido. En el caso de encuestas políticas publicadas, cada una de ellas fija el debate político en determinado sentido e influencia a los votantes en el sentido que cada uno de ellos interpreta a su conveniencia.
Dicho esto, me veo obligado a traer a discusión la validez técnica con que pueda estar respaldada una u otra encuesta. Aquí, permítaseme aclarar, no hay duda de que la encuesta perfecta debe estar por ahí, pero ni su autor ni su método son conocidos. Todos, absolutamente todos los encuestadores del mundo patinan con más frecuencia que lo que sus márgenes de error deberían permitirles. Ahora, si a pesar de haber sufrido escandalosas patinadas, muchos encuestadores siguen siendo citados y ampliamente difundidos, se vuelve bastante claro que su rol va más allá de proveer información imparcial y que su mercado va más allá de una voluntariosa búsqueda por tomar decisiones sopesadas.
La realidad nos debería volver escépticos a todos. Convencernos de que nadie puede todavía contarnos, con un margen de error bien calculado y basando sus afirmaciones en una muestra incuestionablemente significativa, qué decisiones habríamos respondido vamos a tomar, sean estas de tipo electoral o no. Incluso debería molestarnos que esta información se difunda sin beneficio de inventario: cuestiones básicas como a quienes se consultó, cuándo, cómo, y qué significa el margen de error, deberían llegarnos primero que los resultados. Por ahí escuché una vez a Diego Oquendo preguntándose si las encuestas pueden hacerse y publicarse con la ligereza que efectivamente vemos.
Como nota positiva, las tendencias más novedosas en esta materia dicen que sí es posible obtener pronósticos útiles con encuestas. Si a alguien le han parecido antipáticas las líneas anteriores, agárrense: de algunos años acá las encuestas telefónicas robotizadas han logrado sistemáticamente mejores resultados que las encuestas personalizadas, simplemente porque pueden alcanzar poblaciones que antes era imposible encuestar. Pero también porque, disminuyendo el costo por encuestado, eliminan de la ecuación el perverso incentivo por diseñar las muestras más pequeñas y más “eficientes”. Aún así, los líderes del mercado han optado por pronunciarse solo cuando tienen en sus manos tantas encuestas como sea posible, de fuentes tan diversas como las haya, para identificar las falencias de cada una y, luego de ponderarlas en una fórmula, descubrir un indicador depurado. Aunque suena muy complejo, existen expertos que lo hacen con resultados por largo mejores que los que caracterizan al encuestador tradicional.
En su libro La Señal y el Ruido, Nate Silver acerca a los lectores a varios de los paradigmas que lideran el mercado de los pronósticos hoy en día. No recuerdo si fue en sus primeras páginas que leí que, desde el momento en que nuestros antepasados decidieron calcular, con matemáticas lineales, en qué tiempo y dónde se encontrarían con su presa si tanto cazador como animal seguían un curso observado, venimos ajustando nuestros métodos de pronóstico y anticipación. Hay algo instintivo ahí que, insisto, hemos obviado en nuestros análisis sobre los motivos que sostienen el absurdo mercado de encuestas con el que vivimos.
Y, ojo, que la empresa privada no se salva de estos debates, porque sus encuestas, focus groups y otros pronósticos, a la hora de lanzar productos o de diseñar campañas, nacieron y se criaron en la misma cuna que las encuestas electorales. Los invito a interesarse por la inconmensurable cantidad de data que subyace nuestras redes sociales, nuestras búsquedas online, la información que arrojan los cada vez más frecuentes censos y encuestas macro que realizan las entidades públicas, para encontrar los patrones que sin sufrir por la economía del conocimiento en la que nacieron las encuestas -la de la escasez-, pueden aprovechar hoy la abundancia y obtener de ella información cuya relevancia ya se ha probado en otras latitudes.
Tengo, por último y a fin de abrir el debate sobre las herejías que dejo aquí planteadas, que reconocer que nunca he sido el mayor fanático de los estudios electorales. Si bien mi “alma mater” se supone que produce a algunos de los más reputados expertos en esta materia en toda Europa, desde un principio me pareció tarea ardua y a la vez ingrata. Mi interés y espíritu crítico en todo esto surge de los nichos y oportunidades de mercado que he encontrado trabajando con gran data, pudiendo hacerle infinidad de interesantes preguntas a la mismísima información, mientras veo con frecuencia a ciertos contertulios haciendo la misma pregunta que ya les han respondido mal: ¿tienes encuestas?
Código de Trabajo - ¿es en serio?
Me ha sorprendido agradablemente ver a Carlos Marx -no el del Capital, el Ministro- difundiendo con tanta predisposición el borrador de Código de Trabajo. En realidad no me lo esperaba.
Más sorprendente es que la amplia y resonada difusión del proyecto se produce en contraposición a la forma en que se han dado la casi integridad de procesos legislativos en el gobierno actual.
El documento hecho público (¿o filtrado?) el 1 de mayo es, además, una variante muy similar del texto cuya difusión parcial se dio en el año 2013. En ese marco y en la medida en que el ahora Ministro de Trabajo ha pedido que se abra un debate amplio durante los próximos meses, esta poco ortodoxa divulgación se presenta a la vez como un ensayo de comunicación y focalización del debate público, por parte del gobierno, y una oportunidad para planificar, diseñar y tomar posiciones por parte de la oposición.
Visto bajo el prisma del análisis de toma de decisiones, pareciera que el gobierno se está exponiendo. Lanzar un proyecto así de abiertamente al debate público es como, en el caso de algo tan álgido como las relaciones laborales, lanzar un niño a una cueva de lobos. Tan poco común es esto en política que, candidamente, me atrevo a pensar que el gobierno lo hace a propósito, sabiendo que quizá el grandilocuente acto del 1 de mayo es el acta de defunsión del proyecto. Y que esta invitación a una guerra en la opinión pública es simple y llanamente una forma de focalizar el debate político alrededor de algo que considera políticamente menos prioritario y menos doloroso en el largo plazo en caso de requerir sacrificios políticos que temas como el Yasuní o los resultados del 23 de febrero.
Que los tentativos opositores hayan salido rápidamente con expresiones más bien contemporizadoras, pudiendo haber sido más críticos, me parece que va en la línea de no disparar todos sus dardos aún (por aquí las declaraciones de M.Tatamuez y acá las de H. Kronfle). Quizá estoy equivocado aquí, porque tengo que reconocer que no es mi especialidad comprender a los líderes gremiales y sindicales ecuatorianos.
Gráfico de tendencia mediática sobre el tema mensualización
de "décimos". Fuente: SINAPSOS.COM
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No se tampoco si el gobierno se esperaba esto. Veo solo que el Presidente le ha dado "cierta" importancia al tema el sábado, así como ha anclado el debate sobre aquello exactamente que sabe que más interés histórico ha suscitado en los sindicatos: la mensualización de décimos. Quién sabe si, analizado el tema, los potenciales detractores deciden aguantarse los primeros 4 meses de los 5 o 6 que Carlos Marx ha dado de plazo, antes de invertir en sus declaraciones públicas. Entonces, veremos si funcionó la estrategia mediática bajo cuyo paraguas creo que hay que analizar lo que ha pasado entre el jueves y hoy.
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domingo, 4 de mayo de 2014
Del box a la negociación: Maidana - Mayweather
Mayweather se llevó la pelea ayer, resultado con el que estoy de acuerdo; aun asi pongo la foto de arriba en honor al buen combate de Maidana.
Tengo que confesar que mientras veía el combate nunca dejó de sorprenderme el infinito potencial del box para producir ejemplos ilustrativos de estrategia y negociación.
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