viernes, 10 de marzo de 2017

Corrupción

Nos rasgamos las vestiduras todos los días clamando al cielo. Las telenovelas diarias van en torno a la corrupción material: el amarre de un contrato, el porcentaje de comisión o sobreprecio, el desvío de fondos, que alguien se comió un cheque o varios... Pero corrupción es también, según la Real Academia, el “vicio o abuso introducido en las cosas inmateriales”.

En la mejor universidad de Estados Unidos hay una cátedra muy popular que arranca confrontando a los alumnos a definir ejemplos de corrupción moral. El debate se enciende con temas en los que cada persona exige su derecho a pensar distinto: religión, sexualidad, o hasta la gratuidad de ciertos servicios públicos. Pero todos coinciden en que el trabajo infantil corrompe la niñez, al igual que obtener beneficios privados de un ente público corrompe al ente público.

Como si pudiera abstraerse de uno de los males más generalizados de nuestros tiempos, el Gobierno ecuatoriano niega empeñosamente que la corrupción encontrada en sus filas sea síntoma de un problema institucionalizado. Cierra los ojos ante la posibilidad de que el aparato estatal haya sido viciado en estos años de la revolución (¿aunque solo fuera más que antes?), concentrándose en la inevitable necesidad de puntuales incisiones. Hasta ahí todo bien, porque defender el buen nombre de los funcionarios honestos, que sin duda existen, resulta un imperativo ético.

Pero defenderse atacando a quienes denuncian la corrupción, discriminando responsabilidades entre corruptor y corrompido, prejuzgando de intenciones incluso antes de la presentación de pruebas, parece indicio de... corrupción inmaterial. Es lo que el profesor Sandel, aquel catedrático de Harvard cuya clase referí antes, enseña a distinguir.

Tantos argumentos y debates bizantinos sobre cuál corrupción cuesta más o si la culpa es del corruptor o del corrompido, solo parecen diluir un consenso global: terminar con la corrupción material solo es posible evitando primero que las personas, instituciones y los procesos creados para evitar y sancionar la corrupción, sean corruptos.

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