El problema se produce cuando una forma de resolver conflictos pierde legitimidad. Cuando quienes deben someter sus dudas y divergencias no confían en los resultados posibles.
El debate internacional parece estar caldeándose respecto a la validez -en sentido amplio- de los Tratados de Protección de Inversiones y de las decisiones de los centros de arbitraje que les son propios sobre inversiones internacionales.
El surgimiento y ascenso en popularidad de los métodos de arbitraje es indudablemente una reacción al penoso desempeño o a la inevitable politización de los sistemas judiciales nacionales. El problema del que nadie habla es que los elementos característicos del arbitraje no son esencialmente distintos que los de los sistemas judiciales nacionales. Por ello el arbitraje sufre hoy, como concepto y práctica, al igual que sufriría cualquier otro mètodo de resolución de conflictos en el que un tercero (o grupo de terceros) decide sobre la resolución del conflicto.
Ese es el elemento esencial del sistema judicial y es también el elemento esencial del arbitraje. Por ello los dos están, por equivalencia, destinados a sufrir muchos de los mismos problemas. Hoy, el problema es de legitimidad, de falta de confianza.
La visión idealista en el gremio de los consultores en negociación y mediación va en el sentido de lograr sustituir los métodos de resolución de conflictos en los que un tercero (sea este un juex o un arbitro) resuelva dictaminando quién tiene la razon. Y la sustitución debe permitir que los conflictos se resuelvan, siempre que de pueda, de manera autónoma por parte de los protagonistas del conflicto.
Una nota interesante de Bloomberg sube a nivel de debate global la pugna por la legitimidad de los procesos de arbitaje:
Coup d’Etat to Trade Seen in Billionaire Toxic Lead Fight - Bloomberg
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