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sábado, 11 de mayo de 2013

Arbitrajes internacionales

El problema se produce cuando una forma de resolver conflictos pierde legitimidad. Cuando quienes deben someter sus dudas y divergencias no confían en los resultados posibles.

El debate internacional parece estar caldeándose respecto a la validez -en sentido amplio- de los Tratados de Protección de Inversiones y de las decisiones de los centros de arbitraje que les son propios sobre inversiones internacionales.

El surgimiento y ascenso en popularidad de los métodos de arbitraje es indudablemente una reacción al penoso desempeño o a la inevitable politización de los sistemas judiciales nacionales. El problema del que nadie habla es que los elementos característicos del arbitraje no son esencialmente distintos que los de los sistemas judiciales nacionales. Por ello el arbitraje sufre hoy, como concepto y práctica, al igual que sufriría cualquier otro mètodo de resolución de conflictos en el que un tercero (o grupo de terceros) decide sobre la resolución del conflicto.

Ese es el elemento esencial del sistema judicial y es también el elemento esencial del arbitraje. Por ello los dos están, por equivalencia, destinados a sufrir muchos de los mismos problemas. Hoy, el problema es de legitimidad, de falta de confianza.

La visión idealista en el gremio de los consultores en negociación y mediación va en el sentido de lograr sustituir los métodos de resolución de conflictos en los que un tercero (sea este un juex o un arbitro) resuelva dictaminando quién tiene la razon. Y la sustitución debe permitir que los conflictos se resuelvan, siempre que de pueda, de manera autónoma por parte de los protagonistas del conflicto.

Una nota interesante de Bloomberg sube a nivel de debate global la pugna por la legitimidad de los procesos de arbitaje:
Coup d’Etat to Trade Seen in Billionaire Toxic Lead Fight - Bloomberg

sábado, 30 de marzo de 2013

Simplicidad

Cada cierto tiempo aparece una nota en la prensa que debe servir como llamado a la acción.
Respecto a lo que tienden a hacer con nosotros y nuestro diario quehacer nuestros propios sistemas e instituciones, hay un llamado al cambio. En lugar de seguir agregando capas de información y complejidad a cada cosa que hacemos, hace falta lo contrario: When Simplicity Is the Solution
A mi particularmente me llama a la acción porque de manera demasiado recurrente me encuentro confeccionando complejidad para mis clientes. ¿Lo requieren ellos?¿Lo ofrezco innecesariamente yo? O dicho de otra forma me pregunto si es cuestión de oferta o demanda.
Me gustaría creer que, siendo que solo en el apoyo jurídico a los negocios se gastan innumerables fees en los dos frentes típicos, a saber la elaboración de contratos y otros insrtumentos de administración de riesgo, por un lado, y la resolución de conflictos, por el otro, parece evidente que hay lugar a simplificación y optimización.
Por leer últimamente literatura sobre como eliminar sesgos cognitivos me pongo a pensar.
Apuesto que si se simplificaran los contratos se gastara menos allí, en la parte preventiva. ¿Se trasladará entonces el gasto a la resolución de los conflictos que se generan por la falta de complejos instrumentos contractuales para la prevención de riesgos? O sino, por el contrario, ¿Si se perfeccionaran los contratos, complejizandólos, debería entonces disminuir el costo de su implementación y del arreglo de los conflictos que de ello se derive?
Se puede jugar con miles de ejemplos y creo que faltan estudios para hacer afirmaciones categóricas. Pero mi pronóstico es que más simplicidad termina por disminuir costos y mejorar la comunicación, incrementar la confianza y con ello la reputación.  Se supone desde siempre (o casi) que con mejor comunicación se facilita la resolución de diferencias.