Ayer me llamo un periodista a preguntarme quien controla a un sector en el que represento a varios clientes. Le di la explicación más detallada que pude dejando todo por escrito para evitar distorsiones. No sería ni la primera ni la última vez en que se produzcan por lo que me remití a respuestas escritas que solo complementé verbalmente.
Hoy saliò publicada una nota que recoge entre comillas, como cita textual, una edición de mis respuestas. Ojo digo, una edición. Y la edición es tendenciosa.
En general, el lenguaje es tan sensible que reemplazar una palabra por otra -aún con buena voluntad, acepto pasar por cándido- puede cambiar el sentido de una expresión; de allí deriva a su vez que las posibles interpretaciones de esa misma expresión, que siempre son muchas, se disparen exponencialmente.
En mi actividad de vocero soy muy cuidadoso con el lenguaje. Al preferir brindar declaraciones por escrito estoy prefiriendo que me publiquen literalmente. Para confiar en la capacidad de ediciòn y en la agenda de una empresa de información hace falta, valga la redundancia, confianza. Cuando di declaraciones escritas no esperaba que las editen a su guisa. Eso no es correcto ni responde a ninguna ética periodística.
Comento esto porque al final del día, debí de haber respondido al periodista con una pregunta simétrica: ¿Quién controla a los medios?
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