Él prepara el café, ella el desayuno; uno pone la mesa y el otro mira a los niños. La imagen de la pareja que se reparte las tareas es conocida por todos y según el INEC, grafica la realidad del 52,9 % de ecuatorianos -sumando casados y unidos.
Imaginemos ahora que Juan y María, quienes son pareja, están en habitaciones independientes y le pedimos a cada uno de ellos que calcule y anote cuál es el porcentaje de las tareas hogareñas que normalmente hace. El experimento es real y el resultado sorprendente. La sumatoria de los porcentajes anotados por los dos (lo que Juan piensa que hace, más lo que María está convencida que hace) supera siempre el 100 % y a veces incluso se acerca a un 200 % (¡200 % de las tareas del hogar!).
Así es nuestra psiquis. Pensamos más y mejor sobre nosotros y lo que hacemos, que sobre lo que hacen otros, incluso nuestros seres queridos. Por eso es bueno conocer esta regla de psicología del comportamiento, porque al igual que en el hogar, negociando adquisiciones o fusiones de empresas, resolviendo crisis humanitarias o conflictos políticos, somos presa de sesgos como este. Ignorarlos, obviamente, limita las posibilidades de cooperación, sinergia y creación de valor.
Lo vemos en nuestra cotidianidad. La ayuda a las víctimas del terremoto de Pedernales alimenta desde hace semanas un debate sobre el rol que jugó Juan o María. La conversación termina frecuentemente en un regateo entre quienes creen que el sector privado y la filantropía hicieron o hacen más que el Gobierno, y viceversa.
Igual que en el caso de Juan y María, si preguntamos por separado al Gobierno y al sector privado o a los socios que están negociando su inversión en un nuevo proyecto, todos valoran con superioridad su rol frente al de la contraparte.
Por suerte, las parejas de un hogar feliz se han tomado el trabajo de conocerse, de construir confianza, y hablan para calibrar las expectativas y realidades de lo que el uno y el otro puede hacer mejor. Así es como se crea valor.
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