Acabo de ver a Tiko Tiko, el payaso candidato en una entrevista de televisión. Colorido, alegre, emotivo, previsible, pero sobre todo sencillo, memorable. Y eso es lo que, nos guste o no, lo hace buen candidato. No sería el primero en ganar una curul, sin sarcasmo, ya ganó el payaso Tiririca en Brasil hace un par de años con una memorable campaña.
Algunos analistas pilas aplican desde hace poco ciertos filtros a los discursos políticos, para determinar si serán comprendidos por niños de escuela, de secundaria, adultos con educación superior o posgrado. Un famoso método fue creado por las fuerzas armadas de EE. UU. para evaluar textos y asegurar que sus protocolos sean comprendidos por soldados aún bajo la distracción del fuego cruzado. Exagero pero no tanto cuando asemejo aquel escenario con la avalancha de mensajes que es propia de una campaña electoral.
Durante las últimas primarias gringas unos investigadores de Carnegie Mellon aplicaron el filtro a los discursos de los entonces precandidatos. Se encontraron con que unos discursos eran más sencillos que otros, con Trump encabezando la lista de los que podían ser comprendidos por una criatura con educación primaria incompleta.
No se trata solo de una cuestión de capacidad gramatical, sofisticación cognitiva o vocabulario. En la práctica se trata del imperativo moderno de hacerse un espacio en la limitada capacidad de concentración y de memorización que nos caracteriza a los ciudadanos modernos. Es, en fin, un desafío al mismo título para los políticos como para las marcas, los articulistas, y hasta para los padres que tenemos hijos que educar.
Tiko Tiko, cuyo nombre parece bastante más sencillo de recordar que los nombres de los demás candidatos, resumió su campaña al terminar la entrevista: “Todos unidos, todos alegres, todos felices”. Es sin duda un revolucionario fichaje y una revolucionaria modernización de discurso para el Partido Socialista del Ecuador.
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