En estos días el presidente puso su firma en un decreto que reglamenta la Ley de Tierras y Territorios Ancestrales, aprobada por su Asamblea en el primer trimestre del año que termina.
Con la publicación del reglamento, queda por ejemplo definido el concepto de unidad productiva familiar. Aparentemente neutral, se trata de una vieja reivindicación política que hace posible discriminar entre aquella unidad y todo lo que trascendiéndola, equivaldría a empresa agrícola. Para esa segunda categoría, además de otras novedades, una transitoria del reglamento amplía el plazo (¿distinto al establecido por ley?) para que la Junta de Regulación de Control de Poder de Mercado produzca una definición funcional de latifundio.
Hace un par de meses en esta misma columna compartí mi impresión y sorpresa de que una reglamentación tan sensible se produzca en pleno p’eríodo preelectoral. Mi tesis era entonces que los regateos electorales se tomarían rehén este tema, inevitablemente gravando su resultado.
Tengo que reconocer que me equivoqué: esto parece haber pasado prácticamente inadvertido, cosa rara en un país cuya economía depende mucho de lo que pase en el agro. Y aunque estoy seguro de que detrás hubo negociaciones y el concurso de los sospechosos de siempre, nada más que eso. Poco o nada hay de debate sobre el tema.
¿Será acaso porque el ritmo del debate público de los últimos tiempos ha sido infernal? La multiplicación de incidentes políticos y crisis públicas de supuesta gravedad es tal que apenas sí podemos llevar registro diario. Temas cruciales se pierden porque parecen menores cuando surge un nuevo escándalo, una nueva crisis, un nuevo cambio, una nueva noticia que atender. Rápidamente se borra la distinción entre el árbol y el bosque; rápidamente nos encontramos preocupados conversando del nuevo drama, de la nueva telenovela pública, la nueva ley, el nuevo conflicto, perdiendo de vista que en paralelo van avanzando procesos, estrategias de largo plazo, cambios de fondo. El esfuerzo debemos hacerlo por tener en la mira, a la vez, el árbol y el bosque.
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