martes, 3 de enero de 2017

Está que quema!

Encontré esta receta para evaluar el 2016 y ver con otros ojos la campaña electoral. Empezamos preparando tres baldes con agua de diferentes temperaturas: helada, tibia y caliente; metemos una mano en el balde de agua helada y la otra en el balde de agua tibia. Transcurridos algunos segundos, las sacamos y las pasamos en seguida, cerrando los ojos, al balde de agua caliente.

Resultado: la mano que pasa de helado a caliente se quema, mientras con la otra solamente experimentamos un ligero cambio de temperatura.

Esto pasa porque nuestra mente funciona en términos relativos, contextualizando nuestras experiencias para darles sentido. Sin importar lo que dice el termómetro, el agua caliente está “que quema” para el que antes tuvo su mano en agua helada y solo “un poco más caliente” para quien antes la tuvo en agua tibia. Asimismo, sabemos que el paisaje político ecuatoriano es hoy distinto al de hace diez o veinte años, pero como los cambios no se dan de golpe, seguramente nuestra apreciación a diario es que todo sigue más o menos igual. Un efecto parecido al que experimentan familiares o amigos cercanos que crecen o envejecen sin notarlo, hasta que un día, viendo una vieja foto, se dan cuenta de cuánto tiempo ha pasado.

Los negociadores, políticos y “marketeros” saben que los pequeños cambios, como lo muestra el ejemplo de los baldes, son menos perceptibles y por ende más aceptables para sus interlocutores que el salto abrupto del frío polar al calor tropical. De allí que en sus desafíos más complejos crean poco a poco las condiciones y se esfuerzan por proponer el marco de referencia con el que sus interlocutores no sientan quemazón.

Es por estos días que todos andamos buscando una referencia con qué evaluar el año que estamos terminando. Encima, por la campaña electoral, los políticos quieren posicionar un año, un periodo o una idea de referencia que enmarque el pasado y el futuro, bajo el prisma más conveniente para cada candidatura. A mí me sirve este juego de los baldes para saber cómo funciona la mente, evaluar razonablemente mi 2016 y evitar que me sorprendan.

Árbol y bosque

En estos días el presidente puso su firma en un decreto que reglamenta la Ley de Tierras y Territorios Ancestrales, aprobada por su Asamblea en el primer trimestre del año que termina.

Con la publicación del reglamento, queda por ejemplo definido el concepto de unidad productiva familiar. Aparentemente neutral, se trata de una vieja reivindicación política que hace posible discriminar entre aquella unidad y todo lo que trascendiéndola, equivaldría a empresa agrícola. Para esa segunda categoría, además de otras novedades, una transitoria del reglamento amplía el plazo (¿distinto al establecido por ley?) para que la Junta de Regulación de Control de Poder de Mercado produzca una definición funcional de latifundio.

Hace un par de meses en esta misma columna compartí mi impresión y sorpresa de que una reglamentación tan sensible se produzca en pleno p’eríodo preelectoral. Mi tesis era entonces que los regateos electorales se tomarían rehén este tema, inevitablemente gravando su resultado.

Tengo que reconocer que me equivoqué: esto parece haber pasado prácticamente inadvertido, cosa rara en un país cuya economía depende mucho de lo que pase en el agro. Y aunque estoy seguro de que detrás hubo negociaciones y el concurso de los sospechosos de siempre, nada más que eso. Poco o nada hay de debate sobre el tema.

¿Será acaso porque el ritmo del debate público de los últimos tiempos ha sido infernal? La multiplicación de incidentes políticos y crisis públicas de supuesta gravedad es tal que apenas sí podemos llevar registro diario. Temas cruciales se pierden porque parecen menores cuando surge un nuevo escándalo, una nueva crisis, un nuevo cambio, una nueva noticia que atender. Rápidamente se borra la distinción entre el árbol y el bosque; rápidamente nos encontramos preocupados conversando del nuevo drama, de la nueva telenovela pública, la nueva ley, el nuevo conflicto, perdiendo de vista que en paralelo van avanzando procesos, estrategias de largo plazo, cambios de fondo. El esfuerzo debemos hacerlo por tener en la mira, a la vez, el árbol y el bosque.

Prestidigitadores

“Me cuidan un pocotón de sufridores y mirones como tú”, leí hace dos días en la parte trasera de un bus que seguí en el tráfico. Como iba con alguien que siempre me está enseñando nuevas y mejores formas de ver la vida, filosofamos un rato sobre el llamativo mensaje.

Los pensamientos y las expresiones más comunes del trajinado interactuar de la gente no se parecen a los análisis y palabras sofisticadas que usamos a veces los columnistas. El día a día de la gente gira en torno a cortos mensajes de motivación, de desarrollo personal, a veces de solidaridad y a veces de individualismo. La mayoría de las veces tienen que ver con personas de carne y hueso, con objetos, o con dinero. Siempre son optimistas, aunque a veces ese optimismo se alimente del miedo, de la diferenciación y del conflicto. Los mensajes emotivos de las redes sociales son muestra de aquello, como la optimista campaña de Trump, “Hagamos de Estados Unidos grande otra vez”, que enseña que los mensajes esperanzadores pueden basarse en el odio a terceros.

No debería sorprendernos que los arquitectos de las decisiones populares jueguen con estos matices de la mente. Estamos tan atribulados que no nos damos cuenta. No podemos, según varios premios Nobel, por ejemplo, distinguir en nuestros ejercicios mentales cotidianos entre valores nominales y valores reales; ni siquiera los economistas pueden, según Thaler.

De allí se explica que calen sin beneficio de inventario las ecuaciones con las que hoy en día se pretende equiparar en la opinión pública una “ganancia real” con una “ganancia nominal”. Paremos un segundo y recordemos que ganar el mismo sueldo durante 30 años es como ganar cada año menos, porque el costo de la vida sube y con la misma plata se compra menos. Así igualito hay que descontarle la inflación a la ganancia que se hace al vender un inmueble, por muy grande que parezca si no se le descuenta la inflación. Nadie lo está haciendo, o quienes lo hacen olvidan descontar otros rubros porque la ingeniería financiera se complica -y entonces es mejor hacer un meme o acusar a un tercero.

Perder o ganar

Si somos racionales, ante el mismo problema económico todos deberíamos responder de forma similar, pero eso casi nunca pasa. Como un mismo problema puede ser planteado de una u otra forma, nuestras decisiones sobre la misma información también, según como se nos presenten las cosas. Hagamos un ejercicio con los siguientes “problemas” de Kahneman: Problema 1.- ¿Escogería ganar $900 de seguro, o 90 % de probabilidades de ganar $1.000? Problema 2.- ¿Escogería perder $900 de seguro, o 90 % de probabilidades de perder $1.000? La gente responde siempre que prefiere la opción segura cuando se trata de ganancias y la “riesgosa” cuando se trata de pérdidas o costos. Aunque ambos problemas son solo reflejos, las decisiones varían porque los humanos no cuidamos ni gastamos igual lo que hemos ganado trabajando que si nos lo ganamos en una apuesta o lo encontramos en el bolsillo del pantalón. Aunque creemos comprender valores absolutos, nuestra mente procesa variaciones, entendiéndolas como cambios de nuestra situación. Por eso aquello de: más vale pájaro en mano que cientos volando. Los cientos volando no cambian mi situación.

El Gobierno Nacional propuso la creación de un nuevo impuesto. Siguiendo las noticias y las declaraciones oficiales uno podría creer que es un favor del Estado a la ciudadanía. El Gobierno lo vende como una mejora de situación, quienes discrepamos lo vemos y planteamos como una desmejora. Cada quien decide contra qué medirá el efecto de la nueva Ley de Plusvalía. Cada quien escogerá su marco de análisis y según como ordene su información estará a favor o en contra. Para mí el impuesto es malo porque la fórmula es engañosa y difícil de comprender, porque prejuzga cuándo y a cómo venderán sus casas los ciudadanos, y porque llama especuladores a quienes ahorran con su vivienda, entre muchas otras falencias. Pero el proyecto además es malo porque nos tiene discutiendo sobre supuestos, mientras hay algo seguro: hoy se requiere dinamizar la actividad económica, liderar ese cambio, no un debate fiscal que, aunque ha sido planteado como económico urgente, no implicará réditos económicos inmediatos para nadie. Todos estamos perdiendo tiempo y plata con este debate.

Tiko Tiko

Acabo de ver a Tiko Tiko, el payaso candidato en una entrevista de televisión. Colorido, alegre, emotivo, previsible, pero sobre todo sencillo, memorable. Y eso es lo que, nos guste o no, lo hace buen candidato. No sería el primero en ganar una curul, sin sarcasmo, ya ganó el payaso Tiririca en Brasil hace un par de años con una memorable campaña.

Algunos analistas pilas aplican desde hace poco ciertos filtros a los discursos políticos, para determinar si serán comprendidos por niños de escuela, de secundaria, adultos con educación superior o posgrado. Un famoso método fue creado por las fuerzas armadas de EE. UU. para evaluar textos y asegurar que sus protocolos sean comprendidos por soldados aún bajo la distracción del fuego cruzado. Exagero pero no tanto cuando asemejo aquel escenario con la avalancha de mensajes que es propia de una campaña electoral.

Durante las últimas primarias gringas unos investigadores de Carnegie Mellon aplicaron el filtro a los discursos de los entonces precandidatos. Se encontraron con que unos discursos eran más sencillos que otros, con Trump encabezando la lista de los que podían ser comprendidos por una criatura con educación primaria incompleta.

No se trata solo de una cuestión de capacidad gramatical, sofisticación cognitiva o vocabulario. En la práctica se trata del imperativo moderno de hacerse un espacio en la limitada capacidad de concentración y de memorización que nos caracteriza a los ciudadanos modernos. Es, en fin, un desafío al mismo título para los políticos como para las marcas, los articulistas, y hasta para los padres que tenemos hijos que educar.

Tiko Tiko, cuyo nombre parece bastante más sencillo de recordar que los nombres de los demás candidatos, resumió su campaña al terminar la entrevista: “Todos unidos, todos alegres, todos felices”. Es sin duda un revolucionario fichaje y una revolucionaria modernización de discurso para el Partido Socialista del Ecuador.

Apagón


Dicen que el triunfo de Trump fue aupado por una avalancha de noticias falsas en Facebook durante los meses previos a la elección. En Estados Unidos esa red social es fuente de noticias para 50 % de la población. Zuckerberg responde: 99 % de los contenidos que circulan en Facebook serían verídicos, aunque también se dice escéptico sobre la capacidad de su empresa para probar esa afirmación. Algunos lo secundan argumentando que pedirle a Facebook revisar la veracidad de los contenidos que allí publican millones de usuarios no solo es injusto y costoso, sino también el inicio de la censura.

Por esos días, el presidente Xi Jinping nos visitó y dio a las redes sociales la comidilla para vincular el apagón de hace una semana en Quito con las cuentas por cobrar que vino a revisar. Simpática seudonoticia para acompañar el discurso que repitió ante las cámaras: la importancia de los medios de comunicación. Mientras, Facebook cerraba una negociación con el gobierno chino para finalmente ingresar a ese trillonario mercado, aceptando allí sí, introducir elementos de censura en sus algoritmos.

Los expertos en comportamiento de masas y los teóricos de la toma de decisiones saben que lo único que cuenta en nuestra psiquis es lo que vemos, lo que tenemos presente. Si la noticia es cierta o no, en el trajinado día a día de nuestras sociedades modernas y ante la avalancha de información, poco importa. Una vez ante el titular, verdadero o falso, nuestro cerebro lo asocia con nuestros otros pensamientos, conocimientos y prejuicios. Allí entran en juego las tecnologías que nos ofrecen solo la información que “queremos consumir”; los algoritmos nos van conociendo y cual caja de resonancia nos repiten solo contenidos similares a otros que hemos “likeado”. De allí que los análisis críticos y las aclaraciones de letra pequeña suelen pasar desapercibidos. En esto las maquinaciones de las más modernas tecnologías no se distancian mucho de las recomendaciones de sus asesores a Xi Jinping: hablar con los medios latinoamericanos sobre los temas que les interesan a los medios latinoamericanos.