pasamos de la época en que unos pocos guardaban y controlaban los flujos de información, pasando por Gutenberg, para llegar a la era de Zuckerberg. Ahora todo conocimiento circula, todo se sabe.
Los ejecutivos de Petroecuador, Volkswagen o Balsasud, tres empresas muy distintas que enfrentan crisis, escándalo y exigencias judiciales por estos días, deben resolver con nuevos medios lo que hacían a su manera las viejas instituciones: explicarse ante el Senado, enviar mensajeros a recorrer leguas para propagar su verdad, negociar con sus interlocutores, gestionar alianzas. Propagar; de hecho, el verbo del que proviene la palabra propaganda, surge de las prácticas del catolicismo en su mejor época.
Aun quienes tienen los más potentes ejércitos saben que en pocos segundos decenas de pequeños medios, miles de cuentas de Twitter o Facebook, pueden inclinar la balanza a favor de una u otra narrativa y versión de la historia. Curiosamente, algunos estrategas siguen sugiriendo el silencio, “para no hacer más grande el problema”, como si pudieran ponerle un dique a la civilización.
La era de Zuckerberg es un nuevo momento. Las narrativas predominantes de nuestra era no son generadas, propagadas ni canalizadas por señores o instituciones. Hay muchos grupos de interés y a cada cual su narrativa y su medio. Así como no había Twitter en Guerra de Tronos, no hay señores ni ejércitos que hoy dominen la producción, difusión y acceso a información.
No hay comentarios:
Publicar un comentario